Neofascismo siglo XXI
El Neofascismo
en el Siglo XXI:
Estrategias, Narrativas y Adaptaciones Digitales
Antonio Álvarez de Garmendia
Investigador independiente
Octubre 2025
Resumen
Este trabajo ofrece un marco analítico para comprender cómo opera el neofascismo en el siglo XXI.
Se plantea que las nuevas expresiones de extrema derecha no reproducen de manera literal el modelo fascista clásico, sino que lo reformulan estratégicamente para adaptarse a sociedades democráticas y digitalmente interconectadas.
A través del estudio de sus principales mecanismos —la guerra cultural digital, la creación de chivos expiatorios, la escalada discursiva y la apropiación de tácticas progresistas—, se explora cómo estos movimientos logran desplazar los límites de lo políticamente aceptable, normalizando discursos de exclusión bajo la apariencia de defensa cultural y libertad de expresión.
Palabras clave:
neofascismo, redes sociales, discurso político, guerra cultural, radicalización digital.
1. Introducción
El neofascismo contemporáneo constituye una de las manifestaciones más complejas del autoritarismo moderno.
Lejos de adoptar la estética totalitaria del siglo XX, estos movimientos recurren a estrategias de comunicación digital, manipulación simbólica y apropiación de discursos liberales para consolidar su influencia (Eatwell & Goodwin, 2018).
En lugar de confrontar abiertamente a la democracia liberal, el neofascismo busca erosionarla desde dentro, aprovechando la polarización y la lógica de las plataformas digitales. Este artículo examina cuatro dimensiones fundamentales de su estrategia contemporánea.
2. La “Guerra Cultural” y las Cámaras de Eco Digitales
Uno de los rasgos distintivos del neofascismo actual es su desplazamiento del espectáculo público hacia el adoctrinamiento digital y personalizado (Nagle, 2017).
Las redes sociales funcionan como amplificadores ideológicos que permiten segmentar audiencias y reforzar sesgos cognitivos.
Los algoritmos de recomendación —diseñados para maximizar el tiempo de interacción— crean burbujas informativas o cámaras de eco, donde los usuarios se exponen casi exclusivamente a contenido que confirma sus creencias previas (Pariser, 2011).
Este fenómeno está directamente vinculado al concepto de la Ventana de Overton, entendido como el rango de ideas aceptables para la opinión pública en un momento dado.
Los movimientos neofascistas libran su “guerra cultural” precisamente dentro de esas burbujas, desplazando gradualmente la ventana hasta hacer que ideas extremistas parezcan convencionales (Mudde, 2019).
3. La Creación de Chivos Expiatorios y la Narrativa de Victimización
El uso de chivos expiatorios es una táctica propagandística clásica (Adorno et al., 1950), pero el neofascismo la reformula en clave de victimización defensiva.
En lugar de presentarse como agresor, el movimiento se autodefine como el defensor de una cultura amenazada.
El discurso se estructura en torno a una lógica binaria de “nosotros contra ellos”, en la que el enemigo —ya sean inmigrantes, feministas, globalistas o minorías sexuales— es retratado como la causa de una supuesta decadencia moral o nacional (Wodak, 2015).
Esta narrativa emocionalmente potente legitima el prejuicio como una forma de autodefensa, reforzando la cohesión del grupo y justificando la exclusión social bajo la apariencia de resistencia cultural.
4. La Escalada Discursiva y la Normalización
La radicalización discursiva es un proceso gradual. Comienza con el uso de lenguaje codificado o dog whistles, mensajes que transmiten significados racistas o autoritarios de manera implícita (Haney López, 2014).
A medida que estas ideas circulan y enfrentan menos resistencia, la retórica se torna más explícita, desplazando los límites del debate público.
Cada etapa normaliza la anterior, erosionando las normas democráticas y desensibilizando a la población ante la intolerancia y la violencia (Stanley, 2018).
5. La Apropiación de Tácticas de Movimientos Sociales
Un aspecto notable del neofascismo contemporáneo es su imitación estratégica de los movimientos progresistas.
Emplea tácticas como la organización comunitaria, la comunicación directa en redes sociales y la estética de la autenticidad (Ganesh, 2020).
Con frecuencia, estas iniciativas adoptan la forma de astroturfing, es decir, campañas que aparentan ser movimientos espontáneos pero que en realidad están coordinadas por estructuras jerárquicas centralizadas. Aunque se apropien del lenguaje de los “derechos”, la “libertad” o el “empoderamiento”, su objetivo último es reforzar una estructura vertical de poder y promover la exclusión más que la inclusión (Fielitz & Thurston, 2019).
6. Conclusión
El neofascismo del siglo XXI no se impone mediante la coerción directa, sino a través de la normalización cultural.
Sus estrategias se adaptan al ecosistema digital y aprovechan las dinámicas de atención, polarización y viralización propias de las redes sociales.
Reconocer estos mecanismos es esencial para fortalecer la resiliencia democrática y contrarrestar la difusión de narrativas autoritarias en los espacios digitales.
Antonio Álvarez de Garmendia
aadgpolitica@gmail.com
Referencias:
Adorno, T. W., Frenkel-Brunswik, E., Levinson, D. J., & Sanford, R. N. (1950).
The Authoritarian Personality.
Harper & Row.
Eatwell, R., & Goodwin, M. (2018).
National Populism: The Revolt Against
Liberal Democracy. Penguin.
Fielitz, M., & Thurston, N. (Eds.). (2019).
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Ganesh, B. (2020).
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Haney López, I. (2014).
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Mudde, C. (2019).
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Nagle, A. (2017).
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Pariser, E. (2011).
The Filter Bubble: What the Internet Is Hiding from You.
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Stanley, J. (2018).
How Fascism Works: The Politics of Us and Them. Random
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Wodak, R. (2015).
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Mean. Sage.
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